El domingo, dos personas que nunca habían viajado en avión vivieron un verdadero bautismo de vuelo.
Dos personas inteligentes y con medios para volar, que por distintos motivos nunca lo habían hecho. ¿Cómo pudieron cambiar esa situación? A través de un Vuelo Asistido, un viaje corto en un vuelo de línea, acompañados por un profesional –quien escribe–.
El inicio del viaje fue obviamente con ansiedad, miedo a lo desconocido y cada una manifestándolo a su modo. “A” con temblor y llanto de alegría mezclado con temor y desafío. En su mente, “No puedo permitir bajarme”, como si fuera un mantra.
“B” con ojos muy abiertos, sudoración y palpitaciones.
Apenas el avión levantó vuelo, ambas estaban con una sonrisa espléndida. Comentaban: ¡Viste que bueno cuando se aceleró y cuando giró, qué sensación! Ahí ya bajo el nivel de tensión. Hablamos de ruidos, malestares, señales sonoras y pudimos dar respuesta a todas sus preguntas.
Ida de día, regreso de noche. “A” en ventanilla, “B” en pasillo. Y ya está, la magia se hizo: ya están pensando qué van a elegir para su próximo viaje. Sí, ahora a conciencia, después de haber pasado por la experiencia.
Es hermoso ver esa transformación, que se da en unas pocas horas, pero lleva de fondo el trabajo de dos días en el Curso, la participación de Gustavo (nuestro piloto), la organización y la contención amorosa en la previa de Inés y el sostén de mi presencia, que modela una manera de viajar. Y lo lograron.
“B” dijo: Nunca más a Trelew en micro. Hacerle frente a una fobia no es fácil, pero la intención de no soportar más escaparse del avión es superior. Le ayudó tener cerca a una niñita de un año y medio que daba pataditas, de a ratos lloraba y de a ratos también jugaba con ella. Ella le dio la pauta de cuánto sirve sacar el miedo del foco de atención.
“A” ya está pensando cómo va a elegir viajar a Cancún, su próximo destino, desafiando su máximo enemigo: la claustrofobia. Dijo que le ayudó mucho algo que yo le dije durante el Curso. Como terapeuta, me dio curiosidad saber qué era eso que había dicho. “A” me repitió, entonces, mis palabras: “El que está encerrado es el avión”.
Me siento feliz. Un hermoso domingo que termina con dos personas más que van a poder disfrutar de viajar lejos, sabiendo que no es lo más cómodo, que no lo elegirían, pero que ya aprendieron que no es el enemigo.
Lic. Liliana Aróstegui.