Según una especialista consultada por Hoy, en los últimos tiempos aumentaron las consultas por fobia a los viajes aéreos. También hay quienes le temen a los barcos y al auto. Algunas recomendaciones para superar los temores.
Taquicardia, mareos, náuseas y dolores abdominales son algunos de los síntomas con los que se manifiesta el pánico a recorrer largas distancias en distintos medios de transporte. Es así como algo que para muchos es placentero, para otros se convierte en una verdadera pesadilla. Por razones obvias, el avión encabeza la lista de fobias.
Diversos estudios internacionales determinaron que una de cada tres personas teme a los aterrizajes, los despegues y las turbulencias. Mientras que una de cada cinco evita volar debido al miedo que le provoca.
En diálogo con Hoy, la especialista y directora de una entidad que aborda este tema, Liliana Aróstegui explicó que “en los últimos tiempos aumentaron las consultas sobre estos miedos”. Agregó que “esto se debe al estrés que genera el ritmo de vida, a la inseguridad, las cuestiones personales y las fobias asociadas, como el miedo a las escaleras mecánicas o la claustrofobia”.
Los viajes
Viajar no sólo se vincula con la recreación o con el descanso estival. Por el contrario, muchas empresas requieren que sus gerentes, directivos o empleados tomen aviones para realizar ciertas tareas. Incluso, muchas veces la posibilidad de ocupar un puesto más importante implica tener que empezar a volar de manera regular.
Consultada sobre quiénes son aquellos que más preguntan sobre este tema, la licenciada en Psicología dijo que “hace diez años consultaban más mujeres que hombres, pero hoy se han igualado”.
Respecto de la edad, dijo que el abanico es muy amplio. Lo más frecuente es entre 20 y 25 años o entre 60 y 65. Al tiempo que en niños y adolescentes las consultas se dan en menor medida.
Añadió que a raíz de esta realidad, “es muy frecuente que ciertas empresas busquen dar talleres a sus empleados para prevenir el estrés que generan los vuelos”.
La experta explicó que “hay gente que evita viajar, pero también están los que viajan con gran malestar y sufrimiento”, y así van acumulando experiencias hasta que un día deciden no subirse más a un avión.
Es un tormento. Pero los expertos afirman que se puede llegar a evitarlo con información adecuada y un pequeño entrenamiento. “La prevención no es lo mismo que tratar una fobia a volar, ya que son pasajeros que están volando pero tal vez con algún malestar”, señaló la psicóloga.
Los autos
Lo mismo sucede con otros medios de transporte, aunque en menor escala. “Hay gran cantidad de personas que quieren manejar un auto y no pueden, ya sea por inseguridad, falta de autoestima u otros factores. También hay quienes evitan subtes y cada vez hay más consultas por miedo a los barcos”, sostuvo Aróstegui.
Consultada sobre los trenes, dijo que por lo general el temor tiene su origen en alguna situación traumática ocurrida a algún familiar. Pero en los aviones el miedo es a las turbulencias, al encierro, la idoneidad de los pilotos y los ruidos.
Muchas personas que padecen el miedo a volar sufren también de trastornos de ansiedad o ataques de pánico, expresó la psicóloga. Mientras que la turbulencia representa el principal temor de los que padecen aerofobia, seguida por cuestiones técnicas y de mantenimiento del avión.
La realidad indica que es cada vez más común que aparezcan estos temores, por lo que los expertos recomiendan tranquilidad y equilibrio personal. Si no se logran, el paseo mutará en pesadilla.
El antes y el después
Es común que antes de emprender un viaje, aquellos que son ansiosos sufran pensamientos aterradores. “Eso se denomina ansiedad anticipatoria”, dijo la psicóloga Liliana Aróstegui, y agregó que “uno de los consejos para volar mejor es centrarse en el aquí y el ahora. Esto es: todavía no volé, estoy aquí y estoy seguro”, indicó.
Agregó que “si se permite generar ansiedad cada día, eso acercará más a la persona a un grado de estrés que puede hacer que la más mínima situación sea magnificada y que corrobore que no debía viajar. Por ejemplo, se llega al aeropuerto, anuncian una demora y el pensamiento más común en estos casos es: yo sabía que algo iba a salir mal”.
Para el momento del regreso, “lo ideal es no negar que uno debe retornar pero tampoco hay que tomarlo como una cuenta regresiva”, finalizó la especialista.
Por último, en lo que tiene que ver específicamente con el avión, la turbulencia es una incomodidad pero no implica una situación de peligro para los pasajeros ni para el recorrido en sí. No hay que preguntar por el viaje de los otros, debido a que es en otro día y en otra circunstancia. Tampoco es bueno estar pendiente de manera exagerada del clima.