La realidad se impone y muchas veces como hoy, los pasajeros se sorprenden y no gratamente con cancelaciones de vuelo. No solamente ocurre esto con una aerolínea en particular y tampoco se da exclusivamente en nuestro país. A diario ocurre en distintos destinos y países pero cobra infinita relevancia cuando los actores son familiares nuestros o somos nosotros mismos.
Acontecimientos de este tipo pueden generarse desde la aerolínea, por muy diversas razones que pueden ir desde alguna circunstancia administrativa, climática u operativa de la empresa. Los conflictos gremiales, como el que ocurrió en el día de la fecha, suelen ser un clásico y más aún cuando se acercan las vacaciones. En este caso, no sólo se vieron afectados los vuelos por despegar, sino también los que estaban en curso, debiendo ser derivados a aeropuertos de alternativa, situación prevista en cualquier vuelo y que no reviste peligro alguno.
Estos hechos impredecibles son los peores enemigos de las personas ansiosas, controladoras, aprensivas o bien de aquellos que han tenido una mala experiencia. El primer pensamiento es “corrimos un riesgo”.
Así como los piquetes generan malestar, incomodidad y complican la vida de los pasajeros de auto, micro o cualquier medio terrestre, los paros dentro de la industria aeronáutica pueden provocar, además de las complicaciones del momento, otras que se detectan a más largo plazo. Tomemos el ejemplo de una persona que estimaba estar en Buenos Aires a las 10 h. y está arribando más tarde. Su día de trabajo está perdido.
Algunos pueden tomar este episodio como lo que es: una complicación. El Cmte. R Roberto Rubio argumenta: “El avión es el medio de transporte más rápido y seguro para quien no tiene apuro por llegar”. Para otros con mayor sensibilidad, puede generar las interpretaciones más catastróficas: “Viajar en avión es peligroso”, “Las cosas siempre se complican”, “Las aerolíneas no son confiables”, “Y ahora tengo que volver a correr el riesgo de abordar otro avión”, “Es una señal de que no debería volver a volar”, “El piloto se equivocó”, “Nadie tiene el control de la situación”, etc. Estos y otros pensamientos de este estilo pueden llevar a una persona a cancelar vuelos o bien a evitar tan sólo planearlos.
Alas & Raíces da cuenta del malestar que generan y la pérdida que ocasionan, tanto al sector empresarial como a los usuarios, acciones que no tienen la adecuada información. Las empresas pierden credibilidad, imagen y confianza que redunda en disminución de las ventas de pasajes. A los pasajeros, por desconocimiento, y a veces por escasa o distorsionada información, puede ocasionarles desde incomodidad al volar hasta la decisión de evitar hacerlo. Para aquellos que viajan por trabajo, estas complicaciones son potenciadoras de estrés laboral, que redunda en pérdida de calidad de vida y hasta la posibilidad de alterar las relaciones interpersonales.
En este caso estamos hablando de situaciones que no implican riesgo alguno en la operación de vuelo, ni ponen en riesgo la seguridad, pero activan y disparan fantasías de las más negras.
“En el mundo existen dos clases de personas, las normales, inteligentes, sensibles y con cierta imaginación, y las que no sienten el más mínimo miedo a volar en avión.”
Layne Ridler
Aquí, la autora alude a la sensibilidad de aquellos que son creativos, sensibles, sugestionables y sobre todo inteligentes. Abordar un avión y llegar a otro destino llevan a una mentalidad como la citada a florecer en pensamientos catastróficos. Pensar mal es más fácil que pensar bien y para conseguir que los pasajeros sigan viajando más, lo ideal es ayudarlos a pensar adecuadamente. Para ello necesitan información generosa, clara y cierta. Esto es lo que hacemos en nuestros cursos. Ayudamos a los pasajeros a procesar experiencias e informaciones relacionadas con los aviones, para que puedan lograr vencer la resistencia que oponen. En definitiva, lo real es que si uno no enfrenta sus dificultades en este sentido, las mismas se agrandan indefectiblemente.