Una de cada tres personas teme subir a un avión. Pero, ¿qué sucede cuando viajar es clave para estar en carrera?
Anteayer, un avión MD-80 de American Airlines con 132 pasajeros a bordo realizó un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Miami debido a problemas en el tren delantero. La realidad es que este tipo de incidentes son muy pocos pero tienen difusión masiva. Esto lleva a que viajar en avión sea, en muchos casos, motivo de gran estrés.
“Cada vez que tenía que viajar, los tres días anteriores al vuelo sentía una inmensa ansiedad y preocupación. Había días en que estaba aterrado. Todo este miedo se potenció cuando nacieron mis hijos, pensaba que me podía pasar cualquier cosa y no los vería más. Pero seguía volando a un costo muy alto”, relata a LA NACION Martín Uriburu, gerente de Relaciones Públicas de Bodega Norton. Después empezó incluso a viajar a Mendoza en colectivo. “Pero un día decidí que esto debía cambiar, que yo tenía que modificar mi actitud”, continúa. Uriburu consultó a una psiquiatra especializada en trastornos de ansiedad y pudo superarlo. “Para mí fue un logro importante, fue vencer algo muy fuerte, y lo recomiendo”, afirma.
Su caso es apenas uno entre tantos. Diversos estudios internacionales han determinado que una de cada tres personas teme los aterrizajes, despegues y turbulencias. Y una de cada cinco evita volar debido al miedo que le provoca. Además, el 20% se automedica para intentar tranquilizarse en las horas previas al vuelo. Un verdadero problema en un mundo globalizado, donde las empresas requieren que sus gerentes, directivos y empleados tomen aviones de manera cada vez más frecuente. Incluso muchas veces la posibilidad de ocupar un puesto más importante implica tener que empezar a volar regularmente. Es entonces cuando algo que para muchos puede ser placentero, o un simple trámite, para otros se convierte en una verdadera pesadilla.
Taquicardia, mareos, náuseas o dolores abdominales, sensación de muerte, temblor, dolor o molestias cardíacas, son algunas de las formas en que se manifiesta el pánico a volar, siempre acompañado por un gran temor a sufrir a causa de estos malestares. Así lo explica Roberto Rubio, piloto retirado de Aerolíneas Argentinas, que desde 1993 dicta cursos para personas que tienen miedo a volar y fundador de Alas & Raíces, una asociación que trabaja en esta problemática. Muchos de sus “alumnos” son empresarios o altos directivos. “Según una expresión que suelen repetir los norteamericanos, hay dos formas de abordar el problema de un ejecutivo con miedo a volar: la patada para subirlo al avión, o la patada para echarlo de la empresa -grafica Rubio-. En el mundo actual, un ascenso implica casi indefectiblemente volar, entonces si tenés miedo, lo superás y te subís al avión, o de lo contrario llegaste a tu techo en la carrera”, sostiene.
No hay una sola respuesta
¿Qué pasa afectivamente cuando un ejecutivo se niega a volar? “La disponibilidad para viajar es algo indispensable, que está a la par de los conocimientos de inglés y de informática. Hoy nadie se puede plantear el tema de no viajar, y decir que no quiere volar. Por eso en las compañías internacionales se debe tener el pasaporte al día en forma permanente -asegura, categórica, Ana Inés di Gianni, titular de Start Consultora en Recursos Humanos-. Si uno rechaza un ofrecimiento que involucra viajar, ya no entra en la categoría de ejecutivos que pueden ir a cualquier lado. Además, este problema tiene que ver con saber manejarse con soltura en una situación, con confianza en sí mismo. Es realmente importante, así que hay que superarlo sí o sí.”
Patricio Dewey, director de Marketing y Desarrollo Comercial de Adecco, opina que poder volar “es casi excluyente en posiciones que requieren movilidad”, pero afirma que hay empresas que pueden llegar a contemplar la situación. “No hay una sola respuesta. Depende de la empresa y el cargo que la persona ocupa, y cuán importante es para la compañía. Hay empresas que tienen una política de contención para problemas de tipo psicológico como éste, pero hay otras donde un empleado es un número y puede quedar afuera al plantear esta negativa. La empresa lo puede contener, sobre todo si es algo eventual, pero si es algo crónico y necesita cubrir una posición en forma inmediata, seguramente optará por otro perfil”, agrega.
Según define la licenciada Liliana Arostegui, psicóloga, especialista en trastornos de ansiedad del equipo de Alas & Raíces, este problema se convierte en una “fobia si la persona busca cualquier excusa para evitar el vuelo. En cambio, si puede abordar un avión, aunque con gran sufrimiento, se considera miedo. De una u otra forma requiere tratamiento”.
Una de las fuentes consultadas, de una conocida consultora de RR.HH. que prefirió conservar el anonimato, sugirió: “Yo le diría que se empastille, o que haga psicoterapia, pero que vuele como sea”. Sin embargo, Rubio advierte sobre los riesgos de automedicarse. “Lo que más le cuesta a alguien acostumbrado a tomar decisiones es ceder el control, ya que en el avión no domina la situación. Por eso es habitual escuchar la frase: dame algo para tomar así me despierto cuando llego. Pero es muy peligroso. Hubo un caso de un empresario que debía viajar desde Nueva York hasta Buenos Aires, tomó algo muy fuerte, y terminó trasladado en una camilla. Incluso el vuelo debió cancelarse”, relató.
Para Diego Lo Tartaro, director de Recursos Humanos de BDO Becher, cuando un gerente o alto directivo tiene pánico a volar, hay distintas alternativas. “Lo que nosotros hacemos es reasignar esa persona a otro proyecto que no implique subirse a un avión.
Alejo Cantón, presidente de Vistage, comenta: “El miedo al avión es muy común entre ejecutivos. En una encuesta reciente entre miembros Vistage de Estados Unidos, figuró entre los diez principales miedos profesionales. El primero es hablar en público.
En este punto, Alejandro Ferrazzuolo, gerente de Select Executive, recomendó además no ocultar este temor. “El tema de la transparencia es clave, muy valorado. Además, tarde o temprano se va a saber. De modo que si a alguien le están ofreciendo una posición más alta, que requiere viajar con frecuencia, lo mejor es blanquear la situación, decir: Yo tengo este problema, pero confío en superarlo. Luego tendrá que trabajar el tema en forma proactiva, aunque a veces no es fácil. No hay ninguna compañía grande que no haga al menos una reunión anual de gerentes para planificar acciones, y la ubicación geográfica de la Argentina casi siempre obliga a volar varias horas. Definitivamente, de no superarlo, es un obstáculo para el progreso de un ejecutivo. Es más, si es una persona joven, sugiero que comience a volar en forma regular, o que haga lo necesario para resolver el problema con tiempo.”
Según afirma el doctor Claudio Pla, psiquiatra de Poder Volar, otra entidad que dicta cursos para superar este miedo: “Viajar en un avión es 11 veces más seguro que viajar en coche y 188 veces más que hacerlo en moto. Nuestro método se basa en tres niveles: físico, mental y conductual, y recopila varias estrategias como los simuladores de vuelo, las técnicas de relajación, el control mental, la información sobre los reales riesgos de viajar en avión y, en caso de necesidad, los fármacos”.
“Algunas empresas desean ayudar a sus empleados, y cuando detectan que un par de personas sufre de estrés al volar deciden hacer los cursos extensivos para todos, con un criterio de prevención”, concluye Arostegui.
Algunos consejos para volar mejor:
– La turbulencia es una incomodidad pero no implica una situación de peligro para los pasajeros ni para el avión.
– El avión está controlado por los pilotos, controladores aéreos, la empresa. No soy yo quien deba ejercer el controlo.
– No hay que preguntar por el viaje de los otros, ya que es el viaje de otros, en otro día y en otra circunstancia.
– No es bueno estar pendiente de manera exagerada del clima para “controlar” el vuelo.
Los días previos al vuelo:
– Intentar caminar 30 minutos diarios, aumentar las horas de sueño, disminuir el cigarrillo, café, alcohol, etc.
– Dejar libres las 24 horas previas al vuelo, con el equipaje listo.
– Si es posible, tomar un masaje con un baño de inmersión, el día del vuelo. El objetivo principal es llegar descansado al avión.
Publicado en Diario La Nación – Domingo 24 de febrero de 2008