Cada día que pasa sigo sorprendiéndome cuando tomo contacto con las personas que quieren solucionar su problema con respecto al avión y todo lo que el mismo representa para ellas. Indiscutiblemente, el hecho de llamar por teléfono o de enviar una consulta online implica que ya el tema tomó una dimensión considerable y ahí es cuando se animan a dar el primer paso.
Decía que me sigo sorprendiendo, porque la mayoría de los casos tienen uno o varios puntos en común, que son: “llamo porque no me queda otro remedio y si no lo hago pierdo el trabajo”, o bien, “no puedo privar a mi familia de viajar”, o “tengo que vivir sin poder acompañarlos”, “estoy hablando con vos y ya estoy transpirando…” y tantos argumentos más. Lo que percibo todo el tiempo es que, cuando el sufrimiento es realmente significativo y que ya no encuentran más modos de soslayar el tema o de mirar para otro lado, llegó el momento de hacerse cargo.
Luego de conversar un rato sobre las dificultades personales, les explico en qué consiste el Curso para mejorar la calidad de vuelo, los beneficios que les va a reportar, que se van a ver reflejados en las historias que cada uno trae, y que van a poder ir eliminando cada día un fantasmita de esos que se instalan para que no podamos disfrutar del viaje tan ansiado, al que iríamos muy bien predispuestos si lo pudiéramos hacer en auto o cualquier otro medio de transporte terrestre. O bien, cuánto mejor llegaríamos al destino de una reunión de trabajo, si pudiéramos disfrutar del vuelo y estar descansados.
Hasta aquí todo bien. Pero al llegar el momento de decidir fijar una fecha para una primera entrevista, empieza otra historia: la de las excusas, y aquí sí que hay de las más variadas: “lo pienso y cualquier cosa te vuelvo a llamar”, “no sé si voy a poder arreglar mis horarios”, “lo consultaré con mi marido/esposa”, o “nada, sigo tomando una pastilla y ni me entero de lo que está pasando”, y así hasta el cansancio.
Esto significa que, desde mi mirada, hay una dificultad muy grande de enfrentar el problema y básicamente de ponerse primero y dejar de sufrir. A veces la resistencia al cambio no nos permite abordarlo, porque nos supera y nos paraliza de modo tal que no hay argumentos que nos convenzan en primera instancia.
Pero aquí viene la buena noticia, y es que los que pueden tomar la decisión y dar ese famoso primer paso, sienten un profundo alivio, que luego lo manifiestan y agregan, “¿Por qué no lo habré decidido antes?”, “¡Cuánto sufrimiento hubiera evitado!”.
Por fin, el mensaje es: por qué seguir sufriendo de males que tienen solución? Imaginando cosas que quizá nunca sucedan, y padeciendo siempre a cuenta. Qué tal si nos animamos a mejorar, en definitiva, nuestra calidad de vida, y empezamos a utilizar las herramientas que nos ofrecen a ese fin. Es un buen desafío y los invito sinceramente a que se acerquen a nosotros, verán que los resultados siempre superan las expectativas, para lo cual hay que tener un criterio abierto y confiar en que hay solución y está al alcance de la mano.