Esta semana entrevisté a María, una joven de 32 años que si bien viaja en avión lo hace muy mal, con muchísimo sufrimiento pero con alguna curiosidad. Ese miedo no tiene la misma intensidad al partir que al regresar. Tampoco es la misma ansiedad anticipatoria antes de partir de Buenos Aires que al regresar.
Al indagar un poquito, María comenta que tiene un padre muy grande con enfermedades limitantes, su madre fallecida y un hermano con una deficiencia intelectual, que siendo mayor que ella no tiene una autonomía que le brinde independencia. Si bien María reconoce que nunca le agradó demasiado el volar en avión, hasta ahora no ha tenido ninguna mala experiencia y sin embargo “la paso re mal”. La paradoja es que a su marido le encanta volar y viajar y a ella le encanta viajar.
Ya al relatarme su historia María iba tomando conciencia de lo vulnerable que ella siente a su padre y hermano, y que claramente su preocupación pasa por muchos “y si…”:
Y si se decompone mi papá cuando yo no estoy,
Y si mi necesitan recurrir a un médico,
Y si a mi hermano le da uno de sus arranques
Etcétera.
Todos esos “y si” son potenciales y podrían ocurrir, pero tal vez también podrían ocurrir si ella se quedara. Su presencia no puede hacer que lo malo no ocurra. En cambio, ella podría dejar una infraestructura para poder alejarse y relajar. El otro componente del problema es la necesidad de control que a ella se le ha exacerbado desde que falleció su madre.
El hecho de que el avión sea un desconocido, desde varios aspectos (la mecánica, el entrenamiento de los pilotos, el clima, la industria, etc.), le permite poner toda la desconfianza en el avión. Ayudarla a tomar conciencia de la indefensión de su padre y hermano le ayudó a poder ampliar su mirada acerca de su miedo y hacer consciente que su desconocimiento del avión es una parte del problema. Que para poder viajar y disfrutar de un viaje es necesario que acepte la posibilidad de que algo malo puede ocurrir, y que si eso ocurriera no sería porque ella se alejó, no sería como castigo, no sería por ella, sino porque era lo que tenía que pasar.
Tal vez al leerlo alguno pueda identificarse, aunque no sea exactamente la misma situación que la de María. Los invitamos a reflexionar acerca de qué otros miedos, inseguridades y recuerdos se activan al momento de decidir un viaje, o bien cuando se va acercando la fecha del viaje. Todo esto sirve para que al avión le quepa el avión, y uno pueda darse cuenta de qué le agrega uno de su historia y de las situaciones actuales de su vida.