Una de las características de las personas que temen volar es la necesidad de control.
Pregunta habitual: “¿Me podés asegurar que el avión no se va a caer?”
Claro que no. Pero es bastante improbable que ocurra dada la seguridad implementada para la aviación aerocomercial.
Es muy difícil tomar en cuenta que nada de lo que hacemos en la vida está exento de riesgo. Hacerlo significa tomar conciencia de la fragilidad de la vida. Nos cuidamos y ponemos atención para evitar que nos ocurran calamidades pero no obstante, las cosas ocurren.
La desgracia acontecida en Francia nos muestra descarnadamente que contra la locura no hay barreras que alcancen para frenarla. Las mismas son muy efectivas y deben funcionar en muchas ocasiones, pero, como en este caso, no fueron suficientes.
Si el destino elegido por algún viajero hubiera sido Francia (descartando Medio Oriente en este momento), su decisión era acertada. Francia, Paris!!! Mucha seguridad, pero…. cuando la maldad y la ceguera busca el rinconcito por donde colarse, eso sucede: atentado. Contra quién? La propia humanidad. Para muchos una locura, para otros, la razón de su existencia.
A pesar de ello, debemos ser conscientes que también hay situaciones de riesgo en la casa, en la calle, en la playa, o en el trabajo. Caminando, subiendo una escalera, andando en bicicleta. Quién no ha tenido alguna situación donde corrió algún riesgo?
A tener en cuenta. Nada está exento de riesgo y asumirlo es tomar la decisión y el reto de vivir y disfrutar, con las precauciones necesarias, pero aceptando la posibilidad de que ” algo” pueda ocurrir. Una enfermedad, un mal momento, un accidente. El desafío es aprender a disfrutar lo que se vive en el momento que se vive y no penar por lo que aun no llegó.
Anticipar no es útil, sólo sirve para sufrir.
Alas y Raíces se solidariza con los familiares de las víctimas de este hecho despreciable.